Cuentos

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Unos dicen que he visto muchas películas. Otros, que soy un cuentista. Yo sonrío y callo. Y cuando vuelvo a casa me pongo con mis películas, y mis cuentos. Dejo aquí algunos de estos últimos, por si hoy alguien se aburre en casa.

La hormiga, la vida, el váter


Hay días, claro, en los que uno se levanta filosófico.

Es lo que pensé cuando me encerré en el aseo y saqué la minga para aliviar mi vejiga. Uno no se pone profundo cuando va a mear, o, al menos, no es lo habitual. Pero me vino aquel momento de dignificación moral y supuse adecuado no desaprovecharlo.

 

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(Finalista del Concurso Internacional de Relato EL FUNGIBLE, 2008)



El biógrafo


A mediados del siglo XIX, en la localidad alemana de Liebenstein, según todas las fuentes que consulté, vivió Hans Grüntenhaus. Hans fue alguien especial. A diferencia de otros muchachos, él no había nacido del vientre de su madre, sino que había llegado del espacio en una cápsula extraterrestre. Cuando Greta, su madre, lo descubrió junto al riachuelo donde solía lavar la ropa, decidió adoptarlo y darle una educación cristiana. Al fin y al cabo, era como cualquier bebé, solo que con 3 dedos en cada mano.


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La hormiga, la vida, el váter
El queso

El queso

Entro en la quesería de mi nuevo barrio. Es estupenda: ¡huele a queso! Del viejo, del muy curado, del nuevo, del cremoso… Una suerte que esté tan cerca de casa. Me gastaré aquí los últimos céntimos de la paga extra.

—Buenos días. ¿Qué de-sea? ¿Que-sear, no es verdad? —me dice con arte el tendero, un hombre redondo, amarillento y sudoroso: como un queso mantecoso..

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La pasión de cartón


Me levanté de la siesta con unas ganas irrefrenables de hacerle el amor a mi novio. Él es de cartón, pero pensé en todo cuando lo construí. Sin embargo, no se dejó querer. Es verdad que llevamos unos días distanciados.

Al principio, todo resultaba mucho más fácil. Él no me hacía mucho caso, pero no ponía reparos a nada. Eran los buenos tiempos.

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La mala suerte


En la Verdadera Fe sabemos de la existencia, hace no tanto, de Jerifé. Un hombre, por describirlo con ciego entusiasmo, de carencias físicas, pero repleto de cualidades que se nos haría largo enumerar. Sin embargo, al mundo zafio de su época (y sin ir más lejos, a éste), le importaba más su figura quebrada, que comenzaba en una frente hundida, recuerdo de nacimiento, cuando mató a su madre por aquellas descoyuntadas hechuras. O su ojo tuerto y su nariz en zigzag, huellas de un martillazo perdido mientras ayudaba a construir un segundo oratorio para Batifú, el que todo lo ve.


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El tonto del pueblo


Un asunto de índole pública me había llevado a vender mi apartamento en la ciudad. Desde hacía unos días, vivía en una humilde casa de un humilde pueblo, alejado de las malas lenguas de la urbe.

Como no tenía otra cosa que hacer, mi pasatiempo favorito era pasear. Si el sol calentaba, me gustaba pararme junto a la iglesia, en la Plaza Mayor, donde aparecían los jubilados y los parados. A los pocos días, observé que una escena se repetía. Por la zona de sombra pasaba un hombrecillo de espalda cargada, calvo, de aire huidizo..

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"Muy original tu cuento, Alberto… ¿Pero me quieres explicar qué demonios pasa?

Ángel Zapata, profesor en la Escuela de Escritores